martes, 20 de marzo de 2012

Abogado y estudiantes torturados por Carabineros: Mi relato del 15 de marzo

Extraido de Radio 1° de Mayo


Detención ilegal de Julio Cortés Morales por FF.EE frente a la moneda 

 Estos hechos fueron grabados el día 15 de Marzo del presente año, a las afueras del palacio de la moneda. En la grabación se puede ver como se procede a la detención (totalmente ilegítima) de don Julio Cortés Morales (abogado defensor en el caso bombas y docente de la universidad central), que sin realizar ningún acto ilícito y por el solo hecho de encarar al carabinero es abruptamente detenido por funcionarios de fuerzas especiales. Esta es la libertad de expresión que tanto se protege en la constitución. Realmente deleznable.


 
 Comunicado
Art. 255 del Código Penal chileno: El empleado público que, desempeñando un acto del servicio, cometiere cualquier vejación injusta contra las personas o usare de apremios ilegítimos o innecesarios para el desempeño del servicio respectivo, será castigado con las penas de suspensión del empleo en cualquiera de sus grados y multa de once a veinte sueldos vitales.

La primera gran convocatoria de los estudiantes en Santiago para el año 2012 resultó ser una gran demostración de fuerzas donde se pueden detectar  las distintas modalidades de ejercicio del poder represivo y la manera en que serán usadas en un año que se anunciaba y está siendo bastante conflictivo socialmente.
Las distintas escenas de represión y contra-represión (policías por un lado, estudiantes por el otro) no diferían mucho de aquello a lo que nos hemos acostumbrado desde hace años.

A eso de las 11:10, desde la Dirección de Apoyo y Vida Estudiantil de la Universidad Central de Chile, casa de estudios donde me desempeño como académico en temas de infancia, me avisaron que habían estudiantes de la UCEN detenidos, y de acuerdo al encargo que quedó formalizado en enero de este año, me correspondía ir a verlos en la respectiva Comisaría para verificar su situación personal y jurídica.

Dado que territorialmente correspondía en principio que estos estudiantes estuvieran en la Tercera Comisaría de Santiago, me dirigí caminando por la Alameda hacia San Martín, con la intención de pasar primero a la Defensoría Popular para ver si tenían información sobre en qué comisarías estaban efectivamente llevando a los detenidos de esta jornada.

No alcancé a llegar, porque mientras pasaba frente a La Moneda pude presenciar cómo un grupo de Carabineros empujaba y golpeaba a cuatro jóvenes que pacíficamente y en la vereda habían desplegado un lienzo de dimensiones reducidas que demandaba “Educación gratuita”. La prepotencia y violencia del accionar policial me hicieron intervenir, pidiendo explicaciones por el mismo, y haciendo ver que su legalidad era más que dudosa. El oficial a cargo se dedicó a insultarme también a mí, diciendo cosas como “váyanse a estudiar, vagos de mierda”. Cuando le pregunté por su nombre, dado que no portaba identificación alguna, me dijo que no me la iba a dar porque no me conocía. Ante eso le pasé mi tarjeta de presentación, que él arrugó y me devolvió, tras lo cual se marchó. En ese punto le grité que estaba obligado a revelarme sus datos, y que no hacerlo era una ilegalidad, lo cual le hizo montar en cólera y devolverse hacia mí, señalando a otros carabineros ahí presentes que me detuvieran.

Cuando me estaban subiendo a un vehículo policial, este mismo oficial le dijo a un funcionario de Fuerzas Especiales cuya identificación señalaba el apellido Bocchioni, que yo estaba detenido por “maltrato verbal a un funcionario en servicio”, y además, tras mostrarle su gorra -que en el forcejeo había caído al suelo- agregó “y también por daño fiscal a esta gorra”. A Bocchioni le hice ver que la gorra se veía intacta, y por única respuesta me gritó que había pronunciado mal su nombre: “¡¡¡Se dice Bokioni, no Bochioni, porque es con dos C y una H!!!”.

Una vez que recibo el empujón final para quedar en el interior del vehículo, les digo que no es necesario que me toquen. Ante eso, un funcionario de apellido Soto me dijo en tono amenazante “Seguro que no te vamos a tocar ná”.

Hasta ahí la situación me pareció anecdótica y absurda, pero no particularmente grave.   Continuar leyendo:.

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